¿Conoces a F. Scott Fitzgerald? Nació en un pueblecito de Minnesota, un otoño de 1896. ¿Y qué tiene que ver este hombre que nació en el siglo XIX con lo que acostumbramos a hablar en este blog?
¿Te suena El gran Gatsby? ¿Te suena un tal Benjamin Button? ¿Te suena Midnight in Paris? O si eres un friki de los videojuegos, ¿te suena The Legend of Zelda? Pues todos ellos tienen algo en común: F. Scott Fitzgerald.
¿Y por qué hablo hoy de este señor? Quizá porque hoy me apetece hablar de creatividad y de talento. Empiezo a estar tiernamente harto de algunos que cuando hablan de talento o creatividad parece que marquen el inicio de estos conceptos en “antes de Steve Jobs” y “después de Steve Jobs” o, si me apuras, “antes de Walt Disney” y “después de Walt Disney”. A veces tengo la sensación que uno solo es creativo o tiene talento si es reconocido por la masa mediática y hablan de él, bien o mal, eso da igual. Que sí, que ya lo dice Risto Mejide en “#Annoyomics” (te sorprenderías de la capacidad intelectual que este señor expresa en sus ensayos), que es muy importante “molestar” para triunfar, pero… ¿es necesario? Otras veces tengo la impresión que la gente no reconoce tu capacidad creativa o tu talento si no has sido capaz de crear algo hipermeganovedoso…
Siempre he defendido que la creatividad es un concepto excesivamente sobrevalorado. Solo te recuerdo que hace millones de años, unos tipos parecidos a unos simios pintaban en las paredes de unas rocas y de ahí hemos pasado a enviar telescopios a Marte. No te engañes, creativos lo somos todos, otra cosa es que nosotros hagamos cosas y si las hacemos que nos lo reconozcan o que queramos que nos reconozcan. Por ejemplo, ¿es menos creativo el panadero de la esquina que el señor que inventó Facebook? ¿es menos creativa una profesora de educación infantil que el ingeniero que trabaja en una empresa de tecnología punta en Dubai? ¿es menos creativo el trabajador de una cadena de montajes de retrovisores que un diseñador gráfico? Yo creo que no… ni uno es más ni el otro es menos… Para mi, la creatividad forma parte de la evolución natural del sentido común, ni más ni menos ni menos ni más.
Y lo mismo con el talento. ¿Qué pasa, que si no salimos por la tele o si no hemos emprendido en una star-up que ha conseguido una ronda de financiación de 3 o 4 millones de euros, no tenemos talento? ¿Acaso alguien es capaz de decir que tú o yo no tenemos talento? Quizá no tengamos talento para hacer según qué, pero eso, según qué, para otros “segunes” seguro que tenemos un talento que quizá esté dormilando, pero ahí está. De lo que se trata es de esfuerzo. Esfuerzo para encontrarlo, trabajarlo e implementarlo.
F. Scott Fitzgerald fue capaz, a principios del siglo XX de crear e imaginar historias tan absolutamente magníficas como la Benjamin Button. Y aunó creación y talento… fue capaz de crear una vida al revés. Algo que hace miles de años que sabemos que no es posible y que nadie hasta él, fue capaz de imaginarlo y escribirlo.
Fíjate, cualquiera de las personas que consideres creativas y talentosas, cualquiera de ellas, tienen una cosa en común… HACEN cosas, se equivocan, se preguntan, se responden y vuelven a hacer cosas…
A veces, en mi estudio, pensando en los cursos que tengo que diseñar, quiero ser F. Scott Fitzgerald y darle diez vueltas a esto del e-learning y de la formación corporativa y ser capaz de proponer, crear y defender nuevos conceptos pedagógicos que aúnen ese talento que no sé si tengo, pero que estoy buscando desde hace unos años, y esa creatividad que intento exprimir en cada momento, a pesar de los descalabros…
