Una silla es un mueble cuya finalidad es servir de asiento a una sola persona. Suele tener cuatro patas, aunque puede haber de una, dos, tres o, si hablas con un experto en PRL, te dirá que tiene que ser de cinco y con ruedecitas. Pueden estar elaboradas en diferentes materiales y según su diseño puede ser clásica, rústica, moderna, de oficina, etc.
Pero a veces, una silla es algo más… Las sillas son comodidad, una tentación casi casi irrenunciable cuando llevas horas caminando, un sinónimo de descanso. Pero no confundas descansar con detenerse, no lo hagas porque igual te encuentras con algunos problemillas.
Y hablo de las sillas porque es una imagen muy potente sobre la no ambición. Y no se trata de que ser ambicioso hasta el punto de la avaricia, no se trata de eso, se trata de ser ambicioso en la constancia, se trata de avanzar a pesar del cansancio.
Esta es una de las lecciones que aprendí hace 21 años… avanzar sin prisa pero sin pausa, avanzar a pesar de las sillas. No voy a jugar a las metáforas, pero cuántas veces te habrás sentado simplemente por desidia? Y seguramente, habrás cerrado los ojos y al abrirlos, si lo has hecho, ya no ves a los que venían por detrás, a los que te acompañaban por la derecha ni a los que circulaban por la izquierda. Y es que a menudo, la silla es la excusa perfecta para dejarte ir…
Hace casi 8 años que mi camino profesional está repleto de sillas que me invitan a parar y, si hubiese aplicado la lógica más elemental, ahora mismo estaría sentadito en una de esas sillas modernas con cinco ruedas y reposabrazos, una de esas que se pueden regular para estar bien cómodo. Pero no, decidí no parar. Y no porque no tuviera necesidad de ello, que la tenía y aún, de vez en cuando, la tengo, sino porque decidí avanzar a pesar de los pesares (no te voy a explicar los pesares de un autónomo, eso para otro día).
No es fácil renunciar a las sillas. Y en un sector como el e-learning donde lo tecnológico te marca el camino, donde tu apuesta por la pedagogía y la creatividad a veces cae en saco roto, donde la competencia empieza a ser brutalmente incómoda, donde es de obligado cumplimiento el estar a la última… quizá sea un pelín más difícil renunciar a sentarte.
Yo decidí no parar. De vez en cuando, me siento en el suelo y descanso unas horas, y a pesar de tener las suelas de los zapatos desgastados, creo que será más fácil encontrar nuevos zapatos que levantarme de la silla.
Por cierto, hace unos años, en Trinidad (Cuba), me dedicaron esta canción… no la cantó Silvio, pero la emoción fue máxima.
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