Creo que fué Derek Bok quien dijo aquello de que “si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia”.
Que estamos en un momento de constante evolución tecnológica es obvio, y que esta evolución afecta a los departamentos de Formación y Desarrollo de Personas de las organizaciones es igualmente obvio.
Además, esta evolución tecnológica sólo tiene sentido porque la sociedad demanda esa evolución o revolución y requiere cambios en lo que al concepto trabajo se refiere: movilidad, teletrabajo, conciliación…
A modo de ejemplo, según la Fundación Telefónica, en su informe sobre “La Sociedad Digital en España (2017)” revela que 24 millones de españoles utilizar internet a diario y que el concepto clave es lo que conocemos como “mobile first”, es decir, sólo se conectan desde el teléfono móvil.
A partir de ahí, quizá debamos volver a pensar hacia dónde debe ir la formación corporativa. Y con ello no pretendo poner en duda que no se esté trabajando bien, simplemente pretendo hacer un ejercicio de reflexión intentando responder a una pregunta:
¿CÓMO PODEMOS ADAPTAR LA ESTRATEGIA FORMATIVA A LA SITUACIÓN ACTUAL?
Lo primero que me planteo es una negación: no lo más innovador tecnológicamente debe ser lo mejor o más óptimo para la formación en una organización. Y me explico. Debemos ser capaces de analizar todas esas tendencias de las que cada año nos hablan muchos “expertos” (y que la mayoría sólo sirven para hacer ruido) y hacer un ejercicio de coherencia entre sus ventajas y las necesidades de nuestro sistema de aprendizaje en la organización y el modelo que queremos implantar, si es que estamos convencidos de cambiarlo. No por implantar, por ejemplo, la Realidad Virtual en nuestra organización vamos a conseguir de per se, un aumento en la optimización, calidad y satisfacción de la formación ni vamos a conseguir retener talento. Hay que saber cuándo y cómo utilizarla y porqué, para qué y con quién utilizarla.
Plantearnos objetivos una vez sabemos hacia dónde queremos ir es fundamental para seguir avanzando. Y con esos objetivos claros empezaremos a saber qué modalidad formativa es más adecuada para cada uno de nuestros programas. Se trata de conocer qué metodología o metodologías es la más efectiva para implementar nuestros acciones formativas, para virtualizar nuestros contenidos y para obtener los mejores resultados para que nuestros compañeros sigan aprendiendo con efectividad. Y es que no todos los métodos consiguen la optimización de esos objetivos.
Lo que los últimos años sí están demostrando, es que el aprendizaje, en la mayoría de los casos, debe basarse en la experiencia y la puesta en práctica, y que el diseño instruccional está pasando de una conceptualización teórica a una donde la práctica acapara protagonismo, en forma de gamificación o en forma de árboles de decisiones que nos permiten acercar los conceptos teóricos a la práctica laboral, con la inclusión, por ejemplo, de vídeos interactivos.
Otra de las claves que seguro debemos tener en cuenta, y más tras leer el informe de la Fundación Telefónica, es que la tecnología está construyendo la necesidad del aquí y ahora, y que esto no es un impedimento para ampliar las capacidades de nuestros compañeros. De ahí la necesidad del aprendizaje instantáneo a través de los dispositivos móviles y basados en microcontenidos que facilitan un aprendizaje en un intervalo de tiempo corto.
Poder facilitar desde cualquier departamento de Formación y Desarrollo a todos los empleados un canal de microformación con un catálogo formativo o market desarrollado por sus propios expertos que permita potenciar las capacidades de los empleados cuando ellos quieran y con un tracking a modo de LMS parece una solución que se debe ir implementando como solución innovadora y efectiva.
Aún así, antes de llegar a soluciones, debemos saber de qué fondos disponemos y cómo invertirlo para conseguir no quedarnos anclados en procesos poco efectivos de aprendizaje. A veces, no se trata de disponer de más presupuesto sino de saber en qué acciones invertirlo y en qué canal.
Y un último apunte: en la formación corporativa no todo pasa por la tecnología. Todas las metodologías son óptimas si consiguen la eficiencia y la efectividad que nos hemos planteado para cada acción formativa que hayamos diseñado. Igual de buena es una sesión presencial, como un curso e-learning, como un MOOC, como un microcurso gamificado, como una formación mediante Realidad Virtual. Todo depende de qué queremos conseguir.