Si algo bueno tiene ser freelance es que la implicación en los proyectos puede llegar a ser extenuante, pero una extenuación positiva, de las que te hacen crecer como profesional.
Me vais a permitir hablaros de un proyecto, y vaya por delante que jamás lo hago, pero esta vez me parece bueno hacerlo para que entendáis la responsabilidad que tenemos los que nos dedicamos a diseñar formación para que profesionales de cualquier organización aprendan y mejoren sus competencias.
Cuando un cliente te pide que en dos meses diseñes al completo 30 acciones formativas con Storyline, evidentemente, sonríes… al poco rato te asustas, porque es mucho trabajo, tú estás sólo y tienes otros proyectos por realizar… cuando te comenta que el contenido es sensible para ellos y, por ende, sensible para ti, el susto pasa a ser casi casi un ataque al corazón.
Cuando comienzas a producir, y léase producir a pensar cómo lo harás, a plantear los diseños pedagógicos y gráficos, ese ataque al corazón pasa a estar controlado en la UCI de la rutina profesional. Se crea un silencio alrededor de tu Imac, se apaga la radio y aparece la concentración absoluta que no te permite desviar la atención ni dos milímetros de las 27 pulgadas de la pantalla.
Es en este momento donde te enfrentas a la realidad: analizas el contenido, visualizas el software con el que lo vas a hacer, identificas los materiales gráficos que necesitas y que te han aportado y empiezas a bucear en busca de la mejor dinámica pedagógica para que los profesionales de la organización se sientan cómodos cuando deban empezar el programa.
Y entonces te reafirmas en la importancia de saber utilizar mínimamente el photoshop, te reafirmas en la importancia de saber pensar en la lógica de las variables, te reafirmas en la importancia de saber que tu experiencia conceptualizando y analizando contenidos te lleva por el buen camino.
Al pasar esos dos meses de inmersión indiscriminada en las tripas del programa y habiendo entregado las 30 píldoras, aparece una sonrisa de satisfacción y una mueca de preocupación… Es triste tener que realizar un programa sobre cómo prevenir y cómo actuar ante la Violencia Sexual.
Como sociedad, no estamos funcionando bien… ni aquí ni en los lugares remotos. No vamos por el buen camino. Y quizá, esa sonrisa de satisfacción no es tanto por el trabajo que uno ha hecho con la mejor de las intenciones, sino que es más por saber que organizaciones como Médicos Sin Fronteras no se desaniman e intentan actuar in situ, intentando que sus profesionales aprendan a tratar este tema y otros similares que nos condenan como sociedad.
Sí, satisfacción como profesional, porque creo que el programa ha cumplido el objetivo que nos planteamos, pero rabia por tener que trabajar con estos contenidos.
Quizá, desde aquí, desde esta parte del mundo “desarrollado”, deberíamos hacer algo más que discutir por gilipolleces.